Actividades
¿Qué leer?
¿Qué hacer a partir de las lecturas propuestas?
Secuencia 2. Presentación del personaje, condiciones de vida del sirviente.
Fragmento
Para escapar a esta maldita suerte —pensó el sirviente—, no puedo esperar a elegir un medio, ni bueno ni malo pues si empezara a pensar, sin duda me moriría de hambre en medio del camino o en alguna zanja; luego me traerían aquí, a esta torre, dejándome tirado como a un perro. Pero si no elijo…». Su pensamiento, tras mucho rondar la misma idea, había llegado por fin a este punto. Pero ese «si no elijo…» quedó fijo en su mente. Aparentemente estaba dispuesto a emplear cualquier medio; pero al decir «si no…» demostró no tener el valor suficiente para confesarse rotundamente: «no me queda otro remedio que convertirme en ladrón»
- ¿A qué problemas y dilemas morales se enfrenta el sirviente? ¿Cómo los resuelve?
- En el pasaje seleccionado ¿Con qué sentido es utilizado el término “medio” por el sirviente?
- ¿Por qué crees que no concibe la posibilidad de elegir un medio ni bueno ni malo?
- ¿Se podría resolver de forma moralmente neutra el problema que se le presenta al personaje? Justifica tu respuesta.
Secuencia 4. Presentación del personaje femenino: “la vieja”. Primeras reacciones del sirviente
- Elabora una lista de las palabras que hagan referencia a las emociones que experimenta el sirviente ante el accionar de la anciana.
- Identifica en esta secuencia el pasaje en el que aparece el juicio moral que realiza el sirviente sobre la anciana, cópialo entre comillas.
Secuencia 5. Diálogo e interacción entre los personajes
- Continúa la lectura a partir de la secuencia 5 e identifica otros juicios morales.
- ¿Cómo justifica la anciana, a nivel ético, su obrar moral?
Secuencia 6. Se resuelve la disyuntiva del sirviente. Desenlace
Para interpretar y deducir del texto:
- ¿Qué crees que opina el sirviente sobre los argumentos de la anciana? ¿Cómo puedes relacionar esa opinión con las acciones del personaje?
“Y en tanto la escuchaba, sintió que le nacía cierto coraje, el que le faltara momentos antes bajo el portal. Además, ese coraje crecía en dirección opuesta al sentimiento que lo había dominado en el instante de sorprender a la vieja.”
- ¿Cómo resuelve su propia disyuntiva el sirviente y cómo lo justifica a nivel ético?
- ¿Qué piensas al respecto?
- Piensa en otra vía de solución posible al problema que se le presenta al sirviente, más allá de las dos alternativas que él considera.
“El sirviente no solo dejó de dudar (entre elegir la muerte o convertirse en ladrón) sino que en ese momento el tener que morir de hambre se había convertido para él en una idea absurda, algo por completo ajeno a su entendimiento.”“-Y bien, no me guardarás rencor si te robo, ¿verdad? Si no lo hago, también yo me moriré de hambre.”
- A partir de la lectura de Jaspers, señala en las secuencias narrativas cuáles son las situaciones límites implicadas y explica por qué.
- Construye un mapa con preguntas filosóficas identificando cuáles son los problemas centrales y las situaciones límites de las que se deriva cada una de ellas. No pierdas de vista las características del preguntar filosófico.
2.Pero ese día no se veía ningún cuervo, tal vez por ser demasiado tarde. En la escalera de piedra, que se derrumbaba a trechos y entre cuyas grietas crecía la hierba, podían verse los blancos excrementos de estas aves. El sirviente vestía un gastado kimono azul, y sentado en el último de los siete escalones contemplaba distraídamente la lluvia, mientras concentraba su atención en el grano de la mejilla derecha. Como decía, el sirviente estaba esperando que cesara la lluvia; pero de cualquier manera no tenía ninguna idea precisa de lo que haría después. En circunstancias normales, lo natural habría sido volver a casa de su amo; pero unos días antes éste lo había despedido, no obstante los largos años que había estado a su servicio. El suyo era uno de los tantos problemas surgidos del precipitado derrumbe de la prosperidad de Kioto. Por eso quizás, hubiera sido mejor aclarar: «el sirviente espera en el portal sin saber qué hacer, ya que no tiene adónde ir». Es cierto que, por otra parte, el tiempo oscuro y tormentoso había deprimido notablemente el sentimentalisme de este sirviente de la época Heian. Habiendo comenzado a llover a mediodía, todavía continuaba después del atardecer. Perdido en un mar de pensamientos incoherentes, buscando algo que le permitiera vivir desde el día siguiente y la manera de obrar frente a ese inexorable destino que tanto lo deprimía, el sirviente escuchaba, abstraído, el ruido de la lluvia sobre la avenida Sujaku. La lluvia parecía recoger su ímpetu desde lejos, para descargarlo estrepitosamente sobre Rashômon, como envolviéndolo. Alzando la vista, en el cielo oscuro veíase una pesada nube suspendida en el borde de una teja inclinada. «Para escapar a esta maldita suerte —pensó el sirviente—, no puedo esperar a elegir un medio, ni bueno ni malo pues si empezara a pensar, sin duda me moriría de hambre en medio del camino o en alguna zanja; luego me traerían aquí, a esta torre, dejándome tirado como a un perro. Pero si no elijo…». Su pensamiento, tras mucho rondar la misma idea, había llegado por fin a este punto. Pero ese «si no elijo…» quedó fijo en su mente. Aparentemente estaba dispuesto a emplear cualquier medio; pero al decir «si no…» demostró no tener el valor suficiente para confesarse rotundamente: «no me queda otro remedio que convertirme en ladrón». Lanzó un fuerte estornudo y se levantó con lentitud. El frío anochecer de Kioto hacía añorar el calor del fuego. El viento, en la penumbra, gemía entre los pilares. El grillo que se posaba en la gruesa columna había desaparecido.
Era una vieja escuálida, canosa y con aspecto de mona, vestida con un kimono de tono ciprés. Sosteniendo con la mano derecha una tea de pino, observaba el rostro de un muerto, que por su larga cabellera parecía una mujer. Poseído más por el horror que por la curiosidad, el sirviente contuvo la respiración por un instante, sintiendo que se le erizaban los pelos. Mientras observaba aterrado, la vieja colocó su tea entre dos tablas del piso, y sosteniendo con una mano la cabeza que había estado mirando, con la otra comenzó a arrancarle el cabello, uno por uno; parecía desprenderse fácilmente. A medida que el cabello se iba desprendiendo, cedía gradualmente el miedo del sirviente; pero al mismo tiempo se apoderaba de él un incontenible odio hacia esa vieja. Ese odio —pronto lo comprobó— no iba dirigido sólo contra la vieja, sino contra todo lo que simbolizase «el mal», por el que ahora sentía vivísima repugnancia. Si en ese instante le hubiera sido dado elegir entre morir de hambre o convertirse en ladrón —el problema que él mismo se había planteado hacía unos instantes— no habría vacilado en elegir la muerte. El odio y la repugnancia ardían en él tan vivamente como la tea que la vieja había clavado en el piso. Él no sabía por qué aquella vieja robaba cabellos; por consiguiente, no podía juzgar su conducta. Pero a los ojos del sirviente, despojar de las cabelleras a los muertos de Rashômon, y en una noche de tormenta como ésa, cobraba toda la apariencia de un pecado imperdonable. Naturalmente, este nuevo espectáculo le había hecho olvidar que sólo momentos antes él mismo había pensado hacerse ladrón. Reunió todas sus fuerzas en las piernas, y saltó con agilidad desde su escondite; con la mano en su katana, en una zancada se plantó ante la vieja. Volviose ésta aterrada, y al ver al hombre, retrocedió bruscamente, tambaleándose.
—¡Adónde vas, vieja infeliz! —gritó cerrándole el paso, mientras ella intentaba huir pisoteando los cadáveres. La suerte estaba echada. Tras un breve forcejeo el hombre tomó a la vieja por el brazo (de puro hueso y piel, más bien parecía una pata de gallina), y retorciéndoselo, la arrojó al suelo con violencia: —¿Qué estabas haciendo? Contesta, vieja; si no, hablará esto por mí. Diciendo esto, el sirviente la soltó, desenvainó su katana y puso el brillante metal frente a los ojos de la vieja. Pero ésta guardaba un silencio malicioso, como si fuera muda. Un temblor histérico agitaba sus manos y respiraba con dificultad, con los ojos desorbitados. Al verla así, el sirviente comprendió que la vieja estaba a su merced. Y al tener conciencia de que una vida estaba librada al azar de su voluntad, todo el odio que había acumulado se desvaneció, para dar lugar a un sentimiento de satisfacción y de orgullo; la satisfacción y el orgullo que se sienten al realizar una acción y obtener la merecida recompensa. Miró el sirviente a la vieja y suavizando algo la voz, le dijo: —Escucha. No soy ningún funcionario del Kebiishi[5]. Soy un viajero que pasaba accidentalmente por este lugar. Por eso, no tengo ningún interés en prenderte o en hacer contigo nada en particular. Lo que quiero es saber qué estabas haciendo aquí hace un momento. La vieja abrió aún más los ojos y clavó su mirada en el hombre; una mirada sarcástica, penetrante, con esos ojos sanguinolentos que suelen tener ciertas aves de rapiña. Luego, como masticando algo, movió los labios, unos labios tan arrugados que casi se confundían con la nariz. La punta de la nuez se movió en la garganta huesuda. De pronto, una voz áspera y jadeante como el graznido de un cuervo llegó a los oídos del sirviente: —Yo, sacaba los cabellos… sacaba los cabellos… para hacer pelucas…Ante una respuesta tan simple y mediocre el sirviente se sintió defraudado. La decepción hizo que el odio y la repugnancia le invadieran nuevamente, pero ahora acompañados por un frío desprecio. La vieja pareció adivinar lo que el sirviente sentía en ese momento y, conservando en la mano los largos cabellos que acababa de arrancar, murmuró con su voz sorda y ronca: —Ciertamente, arrancar los cabellos a los muertos puede parecerle horrible; pero ninguno de éstos merece ser tratado de mejor modo. Esa mujer, por ejemplo, a quien le saqué estos hermosos cabellos negros, acostumbraba vender carne de víbora desecada en la Barraca de los Guardianes, haciéndola pasar nada menos que por pescado. Los guardianes decían que no conocían pescado más delicioso. No digo que eso estuviese mal pues de otro modo se hubiera muerto de hambre. ¿Qué otra cosa podía hacer? De igual modo podría justificar lo que yo hago ahora. No tengo otro remedio, si quiero seguir viviendo. Si ella llegara a saber lo que le hago, posiblemente me perdonaría.
Mientras tanto el sirviente había guardado su katana, y con la mano izquierda apoyada en la empuñadura, la escuchaba fríamente. La derecha tocaba nerviosamente el grano purulento de la mejilla. Y en tanto la escuchaba, sintió que le nacía cierto coraje, el que le faltara momentos antes bajo el portal. Además, ese coraje crecía en dirección opuesta al sentimiento que lo había dominado en el instante de sorprender a la vieja. El sirviente no sólo dejó de dudar (entre elegir la muerte o convertirse en ladrón) sino que en ese momento el tener que morir de hambre se había convertido para él en una idea absurda, algo por completo ajeno a su entendimiento. —¿Estás segura de lo que dices? —preguntó en tono malicioso y burlón. De pronto quitó la mano del grano, avanzó hacia ella y tomándola por el cuello le dijo con rudeza: —Y bien, no me guardarás rencor si te robo, ¿verdad? Si no lo hago, también yo me moriré de hambre. Seguidamente, despojó a la vieja de sus ropas, y como ella tratara de impedirlo aferrándosele a las piernas, de un puntapié la arrojó entre los cadáveres. En cinco pasos el sirviente estuvo en la boca de la escalera; y en un abrir y cerrar de ojos, con la amarillenta ropa bajo el brazo, descendió los peldaños hacia la profundidad de la noche. Un momento después la vieja, que había estado tendida como un muerto más, se incorporó, desnuda. Gruñendo y gimiendo, se arrastró hasta la escalera, a la luz de la antorcha que seguía ardiendo. Asomó la cabeza al oscuro vacío y los cabellos blancos le cayeron sobre la cara. Abajo, sólo la noche negra y muda. Adónde fue el sirviente, nadie lo sabe.
Consigna de escritura
Te invitamos a pensar en un final alternativo para este cuento. Desarrolla la continuación del relato luego que termina la secuencia número 5.
El lector deberá ser capaz de identificar problemáticas filosóficas y la implicación de al menos dos conceptos abordados en las lecturas sugeridas.
Sugerencias para el estudiante
Algunos consejos para la escritura:
Recuerda que todo lo que escribas sobre las actitudes y las acciones de los personajes debe ser compatible con lo que ya conocemos de ellos (la situación personal de cada uno, características de su forma de ser, etc.)
El final alternativo debería ser verosímil (creíble) con respecto al desarrollo del relato hasta ese momento.
Recuerda que la forma en que conjugas los verbos es uno de los aspectos clave para modificar el punto de vista (por ejemplo, pasar de tercera persona gramatical a primera); pero no solamente se cambia el punto de vista de la narración modificando los verbos.
Ejemplos:
El narrador y el punto de vista
Secuencia 4 (texto original) – “Él no sabía por qué aquella vieja robaba cabellos; por consiguiente, no podía juzgar su conducta. Pero a los ojos del sirviente, despojar de las cabelleras a los muertos de Rashómon, y en una noche de tormenta como esa, cobraba toda la apariencia de un pecado imperdonable. Naturalmente, este nuevo espectáculo le había hecho olvidar que solo momentos antes él mismo había pensado hacerse ladrón.”
Alternativa 1 (se cambia la voz narrativa a primera persona del singular, manteniendo el punto de vista del sirviente). Salvo por la modificación en las conjugaciones verbales, el texto queda casi idéntico porque el narrador de Akutagawa es externo y tiene características de omnisciente y, en general, es “confiable” acerca de la información que nos da, a los lectores, de los personajes:
Yo no sabía por qué aquella vieja robaba cabellos; por consiguiente, no podía juzgar su conducta. Pero desde mi perspectiva, despojar de las cabelleras a los muertos de Rashómon, y en una noche de tormenta como aquella, cobraba toda la apariencia de un pecado imperdonable. Naturalmente, este nuevo espectáculo me había hecho olvidar que solo momentos antes yo mismo había pensado hacerme ladrón.”
Alternativa 2 (nos ubicamos en el punto de vista del personaje femenino durante esa acción). Lo podemos hacer con la voz del narrador externo pero ubicado en la experiencia de ella (a); o podemos narrar la situación en primera persona gramatical, como si ella misma lo estuviera contando (b). Veremos que para hacer estos cambios de perspectiva será necesario imaginar sensaciones, pensamientos y acciones del personaje femenino que actualmente no aparecen en el texto. Tendremos que crear ese punto de vista, aunque lo haremos considerando toda la información que el cuento nos da (características de la vieja, cómo ella se justifica ante el sirviente más adelante, etc.)
(a) La vieja todavía no sabía que el sirviente la observaba mientras ella robaba los cabellos de la mujer. No era la primera vez que lo hacía, era la forma que había encontrado para sobrevivir.
(b) Yo todavía no había notado la presencia del sirviente, observándome. Estaba muy concentrada arrancándole los cabellos a aquella mujer. No era la primera vez que lo hacía, fue la forma que encontré para sobrevivir.
Orientación para el docente
Estas actividades posibilitan un primer acercamiento a las diferentes problemáticas éticas, a partir de las disyuntivas en las que se encuentran cada uno de los personajes.
También se considera una oportunidad adecuada para problematizar si es posible alcanzar una mirada objetiva sobre lo moral. En el cuento de Akutagawa el punto de vista, que se ofrece desde la voz del narrador, está centrado en la perspectiva del sirviente generando una mirada parcial que se intenta que el estudiante pueda enriquecer a través de las actividades propuestas .
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